Hacia mediados de la década de 1990 tuve la oportunidad de vivir en el medio del Río Caquetá, en el departamento de las Amazonas. Allí conocí a un chamán llamado Carlos Matapí Yukuna.


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Hacia mediados de la década de 1990 tuve la oportunidad de vivir en el medio del Río Caquetá, en el departamento de las Amazonas. Allí conocí a un chamán llamado Carlos Matapí Yukuna.

En su maloca, Carlos me contó la historia del pueblo indígena de los Urumi, quienes después del contacto violento con los caucheros a finales del siglo XIX, decidieron internarse en la selva para protegerse. Desde entonces los Urumi no han tenido contacto con otras poblaciones.
 
Carlos relató con detalle el nombre de sus maloqueros, los caños donde vivían y tenían sus chagras —o áreas de cultivo—, algunos cantos rituales, y el origen mitológico de esta tribu.

Además de los Urumi, Carlos me habló de los Yuri, que vivían en el territorio del Río Puré, y de grupos Uitoto en la zona sur de Chiribiquete.

Carlos me recordó que en el Río quedaban descendientes de los Carijona y algunos miembros del clan de Murciélago cerca de La Pedrera.
 
Poco a poco fui acercándome a los territorios de estos pueblos indígenas, y noté claramente que, para las poblaciones locales, la existencia de los indígenas en aislamiento voluntario era un hecho cierto, reconocido, y cotidiano. Ningún grupo indígena actual intenta entrar en los territorios de los aislados; los reconocen y los respetan.

De cuando en cuando, en las noches, el sonido de un pilón lejano evoca los tiempos de una vecindad más cercana. En los veranos se observa con curiosidad si hay humo de chagras monte adentro. Algunas señales encontradas por exguerrilleros, mineros, cazadores o madereros siguen alimentando la historia de su existencia y de sus movimientos.
 
En tiempos más recientes, las imágenes de satélite y algunos sobrevuelos permitieron una corroboración directa de su presencia maravillosa en medio de la selva.
 
A finales de los noventa, cerca de las sabanas de la Fuga, vi el difícil encuentro entre colonos e indígenas Nukak, que ya habían sido contactados y empezaban a sufrir las consecuencias: por ejemplo, las presiones por su tierra y el creciente conflicto armado en su territorio.

Los pueblos no contactados están sufriendo por culpa de la deforestación. Foto: Semana Sostenible

Hoy, más de dos décadas después, los Nukak son catalogados como un pueblo en “contacto inicial” por dos razones:

  • su sistema inmunológico aún no se ha adaptado a las enfermedades comunes de la población mestiza,
  • y su proceso de aprendizaje sobre los códigos básicos del mundo occidental aún es incipiente. 

El Estado colombiano ha hecho un esfuerzo importante por reconocer los territorios de los Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario y Contacto Inicial (PIAVCI):

  • creó el Parque Nacional Puré;
  • amplió el Parque Chiribiquete, y
  • creó el Resguardo Nukak, para proteger a esta población como grupo en contacto inicial.

Sin embargo, la creación de estas áreas no ha sido suficiente para proteger a los nativos. En los últimos años, la deforestación en la región amazónica colombiana ha aumentado de manera significativa.

Adicionalmente, los procesos de explotación minera ilegal, la siembra de coca, la existencia de campos minados y la creación de corredores de movilidad para grupos armados han lesionado significativamente algunos de estos territorios.

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Los Nukak: deforestación y exterminio

El caso mas preocupante es el del Resguardo Nukak. Aunque su territorio fue ampliado en el papel, no se llevaron a cabo las acciones de saneamiento y reconocimiento de la tenencia sobre muchas zonas de colonos. Eso ha contribuido a que continúe la invasión que desde hace décadas han venido adelantando colonos, cocaleros y, más recientemente, grandes finqueros.

Adicionalmente, la construcción de infraestructura vial, tanto legal como ilegal, ha estimulado un mercado informal de tierras. La consecuencia es una mayor inversión de capital y un proceso de mecanización sobre esos predios, lo cual hace imposible un eventual retorno de los Nukak.

Para completar este panorama, distintos grupos armados han reactivado el uso de vías que atraviesan el Resguardo entre el Río Inírida y el Río Guaviare. Eso ha llevado la deforestación más allá de las zonas de acceso y ha fragmentado sensiblemente el territorio Nukak.

Casi un 30 por ciento del Resguardo Nukak está afectado por la deforestación y sus habitantes enfrentan un alto riesgo de desaparecer. La Corte Constitucional ha reconocido que los Nukak “están en grave peligro de ser exterminados física y culturalmente, a causa del conflicto armado interno y la omisión de las autoridades en brindarles una adecuada y oportuna protección”, y ha ordenado medidas cautelares para frenar la violación de sus derechos fundamentales.

Sin embargo, ni las órdenes de la Corte Constitucional, ni la esperanza de paz del Acuerdo de La Habana han detenido la violencia en los territorios Nukak. La pérdida del bosque en el Resguardo sigue adelante y, con ello, su desaparición como pueblo.

El caso de Chiribiquete

Aunque la situación de Chiribiquete no es todavía comparable a la de los Nukak, existe una alerta temprana de deforestación que exige atención inmediata.

Han sido particularmente afectadas las zonas entre los municipios de San Vicente del Caguán y Cartagena del Chaira, entre los ríos Yari y Caguán. La deforestación ha avanzado hacia el Río Yari, cada vez más dentro del parque Chiribiquete. También se han detectado zonas deforestadas en las cabeceras de los ríos Camuya y Ajaju. Justamente en estos territorios deforestados viven y se desplazan los pueblos aislados de la zona occidental del parque, entre los ríos Yari, Camuya, Ajaju y Tunia.

A diferencia del caso de los Nukak, en Chiribiquete todavía no existe una gran deforestación. Pero la pérdida del bosque ha entrado rápidamente a los territorios de los pueblos indígenas aislados —y esto llevó a declarar el estado de alarma—.

Aún no se han registrado encuentros con los pueblos aislados de Chiribiquete. Si la deforestación sigue avanzando y eso implica un encuentro con dichas poblaciones, existe un alto riesgo de mortalidad y morbilidad como consecuencia del encuentro.

La documentación de casos sobre los efectos en la salud en pueblos en aislamiento ha mostrado que centenares de indígenas han muerto por enfermedades comunes como la gripa, al igual que ocurrió durante la conquista.

Territorios de los pueblos en aislamiento. Foto: Semana Sostenible

Puré: deforestación y minería

Finalmente está el caso del Parque Nacional Río Puré. De manera recurrente y periódica, garimpeiros (mineros informales) brasileros han entrado en este parque en búsqueda de oro.

También los mineros colombianos, como el tristemente célebre “Arauca” —quien se jacta de pasar por estos territorios sin que lo detengan—, siguen buscando el encuentro con los aislados, bajo la creencia de que éstos viven sobre un gran depósito de oro.

Así mismo, algunos explotadores de madera que vienen de la zona de ordenación forestal de Tarapacá ingresan con frecuencia en esta zona en busca de maderas finas. Y para rematar, tras los operativos contra la minería ilegal en el parque Yaguas en Perú, muchos de estos mineros se han venido al lado colombiano, precisamente al Puré.

Como si fuera poco, algunos grupos de misioneros, especialmente de la Nuevas Tribus, siguen buscando “recuperar almas para Dios”, y en su empeño siguen intentando hacer contacto con los aislados.

Urgen medidas de protección

El politólogo y ambientalista Roberto Franco, el investigador que más supo sobre los Pueblos en Aislamiento Voluntario en Colombia, dejó importantes estudios sobre la posible existencia de más de una docena de estos grupos.

Franco murió al caer la avioneta en la que viajaba, con sobrepeso por llevar repuestos de dragas mineras ilegales en Araracuara, ante la ausencia de vuelos gubernamentales. Dejó bases que fueron recogidas por colegas suyos y finalmente el ministerio del Interior desarrolló una legislación para protegerlos. Pero la legislación existente no se aplica, y el caso de los pueblos aislados no es la excepción. Hay amenazas grandes que se ciernen sobre ellos y debemos actuar con rapidez.

Los pueblos indígenas en aislamiento viven hoy un nuevo momento de amenazas a su supervivencia. La deforestación, las economías ilegales, el apetito de colonización sobre sus tierras y los grupos armados ilegales ponen en riesgo su integridad y sus derechos fundamentales.

La Organización de Naciones Unidas aboga por la protección y respeto al aislamiento de estas poblaciones. Nuestra legislación los reconoce como pueblos aislados y sus territorios aún protegen importantes zonas para su pervivencia.

¿Qué más se necesita para entender que es una obligación proteger efectivamente a los pueblos en asilamiento voluntario, que como los llama Scott Wallace, son los Últimos No Conquistados?

 


con información de Semana Sostenible







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