Estados Unidos entró este miércoles a la negociación formal de su gran acuerdo económico México y Canadá (el TLC o Nafta, en sus siglas en inglés) con ganas de abordar cuanto antes en asuntos espinosos.


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Estados Unidos entró este miércoles a la negociación formal de su gran acuerdo económico México y Canadá (el TLC o Nafta, en sus siglas en inglés) con ganas de abordar cuanto antes en asuntos espinosos.

El negociador jefe de Donald Trump, Robert Lighthizer, aprovechó el discurso inaugural de la primera ronda de conversaciones para quejarse del déficit comercial en México y recalca que, en sus 23 años en marcha, el TLC “ha destruido 700.000 empleos”. “Básicamente pensamos que el tratado ha fallado a muchos estadounidenses y debemos mejorarlo”, recalcó.

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Hay habitaciones libres del hotel en el que acaban de comenzar la reforma del tratado y la reserva no sale a más de 148 dólares la noche la noches del miércoles y el jueves, cayendo en picado a 90 para quien se quiera quedar hasta el domingo, que es cuando acaba la primera ronda de conversaciones.

El precio, muy asequible para un cuatro estrellas Washington, ciudad donde el alojamiento se vuelve prohibitivo en cualquier cumbre, revela que lo mejor o lo peor de esta negociación está aún por llegar.

Lighthizer afirmó que con esta negociación Trump “está cumpliendo sus promesas” y advirtió de que no se va a conformar “con retoques”.

El actual diseño del tratado, para la actual Administración estadounidense, ha resultado perjudicial para su economía.

El negociador jefe enfatizó la necesidad de que la producción de automóviles en México tenga más componentes estadounidenses, pues el sector explica buena parte del déficit comercial con el país y reclamó medidas contundentes contra la manipulación de divisas.

“Debemos asegurarnos de que no sigan estos déficits comerciales enormes y que hay reciprocidad”, subrayó.

Los papeles están claramente repartidos. Nadie ha llegado a esta cita con tanto sentimiento de víctima como Estados Unidos y nadie ha mostrado tanto temor a las futuras reglas de juego del TLC como México, para quien el tratado que entró vigor en 1994 supuso una revolución económica.

Canadá, menos vulnerable que el socio del sur ante las filias y fobias de Trump, también es consciente de su dependencia de la economía : las exportaciones a EE UU suponen casi la mitad de su actividad económica.

El secretario de Economía mexicano, Ildefonso Guajardo, pronunció unas palabras mucho más protocolarias, como la máxima responsable de las negociaciones por parte de Canadá, la ministra de Asuntos Exteriores de Canadá, Chrystia Freeland. «Estamos deseando renovar nuestra alianza norteamericana.

Vamos a mirar hacia el futuro y no al pasado», dijo Guajardo. «Para que sea exitoso, tiene que funcionar para todas las partes involucradas, de otro modo no es un acuerdo», enfatizó.

La ministra canadiense, la primera en tomar la palabra, quitó hierro al asunto del déficit. «Canadá no ve los déficit o superávit como una medida fundamental para ver si una relación comercial es exitosa», dijo Freeland. Luego vendría el duro discurso de Litghthizer.

Ya se sabe en torno a qué girarán las primeras disputas.
Canadá y México quieren defender al ultranza el mecanismo de resolución de disputas, del que Estados Unidos suele salir mal parado, y Washington quiere entrar en el ámbito de las condiciones laborales, lo que para los mexicanos es algo así como abrir la caja de los truenos.

Las conversaciones, informalmente, llevan meses, pero esta semana es la puesta de largo, que vendrá seguida de otra ronda en México y una tercera en Canadá. 

 

Guajardo, jefe negociador mexicano, asegura: «Para que sea exitoso tiene que funcionar a todas las partes, de otro modo no es un acuerdo»

 

 








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