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“¿Por qué crees que tengo 46 años, seis hijos, dos nietos, tres años de exilio, un secuestro, cuatro intentos de asesinato… y este rostro?”. Más que una pregunta, con esas palabras el guayaquileño Fernando Balda Flores describe brevemente su vida personal y política.


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“¿Por qué crees que tengo 46 años, seis hijos, dos nietos, tres años de exilio, un secuestro, cuatro intentos de asesinato… y este rostro?”. Más que una pregunta, con esas palabras el guayaquileño Fernando Balda Flores describe brevemente su vida personal y política.

Lo dice sonriendo, sentado en una sala del business center del edificio Metro Plaza, en la avenida República de El Salvador, una de las zonas más lujosas de Quito, desliza las yemas de los dedos desde las mejillas hasta la quijada.

Es amable, luce terno y una camisa celeste, el cabello con gel y las uñas impecables, brillan. Elocue y contundente, advierte: “Un día decidí pasar a la historia como el hombre que llevó a la cárcel a Rafael Correa. Y lo voy a lograr”.

Su historia pública, precisamente, empieza con él. En el 2006 decidió unirse a Alianza PAIS para apoyar a Rafael Correa. Juntos inauguraron la sede de La Garzota, en el norte de Guayaquil, pero al poco tiempo decidió hacer campaña por su cuenta, con el apoyo logístico de Galo Naula y el económico de Estuardo Sánchez.

Al asumir el poder, Correa nombró a su amigo Galo Naula como presidente del Banco Nacional de Fomento (BNF). Balda entró como su asesor. “Un puesto de tercer nivel, ni tres mil dólares ganaba”, recuerda.

La relación del entonces presidente con Naula llevó a Balda a Carondelet. Allí, durante casi un año, “era de los que entraban y salían sin dejar la cédula”. Asegura que entre 2007 y 2008 estuvo constantemente al lado del presidente.

“Desayunábamos, almorzábamos, merendábamos… Me decía ‘Fernando’, ‘hermano’… Yo le tuteaba”. Diez años después, no solo acusa a Correa de haber ordenado su secuestro, sino de liderar un esquema delictivo.

Virgilio Hernández, exasambleísta y hombre leal a Correa, no lo recuerda. “En diez años nunca lo vi”. Sin embargo, estuvo. En una fotografía del 2008 aparece en un acto oficial, en el Palacio de Gobierno, abrazado por Hugo Chávez, junto a Rafael Correa y, al fondo, Nicolás Maduro.

No tiene título universitario, pero es un autodidacta del marketing y la retórica. Promete que estudiará leyes.

Hay pasajes, nombres y momentos que Fernando Balda se los guarda para sí. Uno de ellos es el motivo real por el que abandonó el entorno de Correa para alistarse enseguida en Sociedad Patriótica (PSP).

Se integró a la bancada de Lucio Gutiérrez como asesor personal de Fausto Lupera, quien lo recuerda como “un joven que sabía muchas cosas y que demostró gran habilidad política”.

Desde esa plataforma, Balda filtró a la prensa audios y documentos del círculo de Correa, en los que se hablaba de espionaje y correcciones a la Constitución de Montecristi, lo que posicionó su nombre.

El Gobierno se le fue encima. Lo enjuició por atentar contra la seguridad del Estado. Eso provocó su “primer exilio” en Bogotá, donde vivió entre agosto y noviembre de 2009. Allí Lupera, que había sido elegido presidente del Parlamento Andino, lo volvió a contratar como asesor personal.

La orden de detención fue revocada y Balda volvió al país. Siguió con sus denuncias y fue enjuiciado nuevamente; esta vez, por injurias. A mediados de 2010 huyó a Colombia.

Se puso un restaurante llamado El Vanessa, como su esposa, y creó la empresa Global Consultores, para asesoría política. En Bogotá recibió protección de Álvaro Uribe y, aunque no revela a quién, asegura que asesoró a candidatos del uribismo.

En agosto del 2012 fue secuestrado en Bogotá, con la participación de agentes ecuatorianos, caso que se investiga en la Fiscalía ecuatoriana.

En octubre de ese año, con el argumento de que permanecía en ese país “de forma irregular desde el 5 de octubre del 2009”, fue deportado por el gobierno de Juan Manuel Santos en un avión de la Fuerza Aérea y llevado a prisión en Latacunga.

En la cárcel lo llamaban “Don Balda”. Y ahora, cuando va por la calle sonríe al contar la anécdota hay gente que también lo llama así.

En 2014, Fernando Balda salió de la prisión y continuó con la política. Conversó con varios movimientos y partidos e intentó crear el suyo bajo el nombre de Unidad Cambio y Progreso. No le fue bien, pero insistió en su discurso y denuncias contra el correato.

En 2017 se vinculó a la campaña de Guillermo Lasso, más por su amistad con Andrés Páez que por respaldar a CREO.

En este año, no obstante, volvió a pisar tierra firme: en junio fue presentado como director nacional de acción política y estructuras del partido Adelante Ecuador Adelante, de Álvaro Noboa.

A pesar de su permanente exposición pública por el proceso judicial contra Correa, cuida con celo los entretelones de su figura. ¿Vive de la política? “No. Soy distribuidor de mariscos”. Y aclara que su proveedor es “un amigo camaronero”.

Como este benefactor, sus amigos (no ‘los conocidos’, aclara) ocupan en él un sitio absolutamente reservado, oculto. Le han financiado casi todo: comida, casa, contratos y vehículo de lujo en Bogotá. En Ecuador le proveen de abogados, logística, empleados… Y mariscos.

El equipo nuclear de Fernando Balda está conformado por al menos diez personas: dos asistentes, un chofer, tres guardaespaldas, un asesor de prensa y varios estrategas políticos. El origen para el pago de sus sueldos y demás gastos, que en conjunto superan los 10 mil dólares mensuales, son confidenciales.

“Yo tengo mis amigos: al uno le digo ‘necesito dos carros’; al otro, ‘tantos pasajes de avión’; al otro, que mis abogados se muevan; al otro, que un abogado vaya con mi esposa a Colombia a ver cómo está el proceso… El liderazgo y la amistad con la gente que cree en ti son los que proporcionan los recursos. Así es la política. El político que tiene que sacar de su bolsillo para financiarse no tiene liderazgo”, explica.

Al concluir esta entrevista en el business center sube al mezanine, a un despacho particular, para atender otra entrevista.

Antes de cruzar el umbral de la puerta se da la vuelta y festeja: “¡Mira, estos son mis amigos! ¡Es dueño del edificio, cómo no va a apoyarme con una luquita!”.

Junto a la entrada está el número 213. Según el directorio del edificio, que está pegado a la pared, esa oficina corresponde a la Corporación Golden Mind. Según la Superintendencia de Compañías, esta tiene tres accionistas: César Mancheno Vargas (50% de participación), su hermano William (25%) e Irma Romero Paguay (25%).

César Mancheno ha sido uno de los principales colaboradores externos de Irina Cabezas, quien se desempeñó como asambleísta y embajadora en los tiempos de Correa y que, con Lenín Moreno en el poder, presidió la Secretaría Técnica del Plan Toda una Vida.

Sobre el resto de amigos benefactores, Balda guarda el secreto. “Cuando llegue el momento se sabrá quiénes son”. Su objetivo a mediano plazo está claro. ¿Será candidato a presidente o vice? “Hay que arroparse hasta donde dé la sábana. pero al 2021 sí me apunto. El tiempo y el trabajo lo ponen a uno donde corresponde”. 

 


Redacción CiudadColorada.com | El Universo







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