Emmanuel Macron tomó la palabra el pasado lunes 10 de diciembre, después de reunirse con los interlocutores sociales, a los que una buena parte de los franceses consideran no representativos, no parece, sin embargo, que su discurso vaya a calmar la ira de los Chalecos Amarillos en toda Francia.


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Emmanuel Macron tomó la palabra el pasado lunes 10 de diciembre, después de reunirse con los interlocutores sociales, a los que una buena parte de los franceses consideran no representativos, no parece, sin embargo, que su discurso vaya a calmar la ira de los Chalecos Amarillos en toda Francia.

En primer lugar, ¿cómo analiza los acontecimientos de estos últimos fines de semana?

Lo que me parece más sorprendente es la continuidad del movimiento. El Gobierno esperaba que la presión aflojara, pero no afloja.

Es el resultado de una extraordinaria determinación, a la que se suma una asombrosa madurez. No sólo los Chalecos Amarillos se niegan a definirse en términos de “derechas” o “izquierdas”:

No sólo actúan sin la más mínima preocupación por lo que piensan los partidos y los sindicatos, sino que no se dejan atrapar en ninguna trampa de los periodistas, por los que sólo tienen desprecio.

En los debates televisivos hablan con enorme sentido común, no pierden los estribos, dan muestras de una firmeza ejemplar sin caer en histerismos.

 








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