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En Quito, al año, se desperdician unas 36.500 toneladas de alimento, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO).


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Es un alimento que mantiene intacto su valor nutricional y vitamínico, pero que por algún motivo termina en el tacho de basura. Puede ser una fruta madura y suave, fideos a punto de caducar o productos con empaques rasgados.

En Quito, al año, se desperdician unas 36 500 toneladas de alimento, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO).

John Preissing, representante de la entidad en Ecuador, explica que con base en información suministrada por el Banco de Alimentos de Quito, son cerca de 100 toneladas al día que terminarían desaprovechadas en la capital.

El Banco de Alimentos, una fundación enfocada en evitar el desperdicio, se dedica a recuperar la comida apta para el consumo y distribuirla a personas en situación de vulnerabilidad alimentaria.

Logró reunir y entregar 101 174 kilos de comida el año pasado. De estos, un 65% corresponde a verduras, hortalizas, legumbres y tubérculos, 25% a frutas y el 10% restante a otro tipo de productos.

De acuerdo con estimaciones de la FAO, un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano se pierde o se desperdicia en todo el mundo, lo que equivale a cerca de 1 300 millones de toneladas anuales.

Se estima que un 6% de las pérdidas mundiales de alimentos ocurre en América Latina y el Caribe. Son 78 millones de toneladas al año que se desperdician en la región y que servirían para alimentar a 300 millones de personas.

¿Cómo se puede desperdiciar tanto en una ciudad y a la vez, tener al 25% de sus niños desnutridos? La pregunta la suelta Alfonso Abdo, director ejecutivo de ConQuito, y asegura que esa duda surgió luego de haber realizado una evaluación integral del comportamiento alimentario en Quito, con el apoyo del instituto de investigaciones de RUAF.

Los resultados también mostraron que en la ciudad el 86% de la población consume bebidas azucaradas, 56% comida rápida y 65% ‘snacks’, por lo que hacen falta campañas de educación no solo para evitar el desperdicio sino para mejorar las preferencias alimentarias de la población. Un plátano suave no tiene por qué ir a parar al basurero.

En el Mercado Mayorista hay frutas, verduras y hortalizas que en lugar de ser desechadas son aprovechadas al máximo. Todos los sábados, voluntarios del Banco de Alimentos acuden allí para rescatar ese sustento.

La Fundación Jonathan, que funciona hace 16 años en la capital, es otra de las beneficiarias. Una vez al mes, el mercado permite el ingreso de personal de la fundación para que directamente con las caseritas consiga la donación de alimentos. Reúne, casi siempre, una camioneta de comida, con lo que alimentan durante una semana a 500 beneficiarios.

Katy Avilés, directora de la entidad, explica que se trata de adultos mayores y niños de escasos recursos con discapacidad. Si no fuese por el rescate de alimentos, sufrirían hambre continua. No comerían.

Según datos del Municipio, cada día llegan hasta el relleno sanitario 2 000 toneladas de basura. El 57,3% es orgánica. En los 54 mercados y plataformas que funcionan en la capital, se producen 2 toneladas diarias de desperdicios, de las cuales 80% es orgánico.

La directiva de cada centro de abastos es la que se encarga de manejar proyectos para dar uso a ese tipo de elementos. Marlene Ríos sobrevive con el rescate de alimentos del Mayorista.

No concibe las imágenes que se ven a diario en los patios de comida: papas fritas, presas de pollo aún con carne o bebidas enteras arrojadas al basurero. Pequeña, encargada de criar cuatro nietos y sin trabajo, jamás desaprovecha una lechuga.

Cada grano vale. Utiliza hasta las cáscaras. La OMS recomienda que cada persona debe alimentarse con 400 gramos de verduras al día, pero el quiteño promedio consume 183. Para mejorar la alimentación y evitar el desperdicio, el Municipio impulsa la creación de huertos urbanos.

Hay 3 600 registrados. Abdo admite que no basta con eso, que es necesario llegar a redes de hoteles y supermercados para incentivarlos a unirse a ese tipo de programas que evitan el desperdicio y a mejorar las prácticas alimentarias. Con ese fin, en octubre, se firmará un pacto con la suscripción de la Carta Alimentaria de Quito, junto a otras instituciones y colectivos.

Según la FAO, entre el 2014 y 2016, cerca de 1,1 millones de personas en el país no alcanzaron a cubrir los requerimientos energéticos mínimos para llevar una vida saludable. Con la cantidad de pérdidas de alimentos ese año, se podría haber alimentado a alrededor de 1,5 millones de personas. No hace falta comida. Hay suficiente, pero se desperdicia.

 


Con información de El Comercio







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