Algunos Investigadores de EE UU han modificado un gen del maíz que bloquea la aparición de toxinas en dos hongos que crecen en las mazorcas. Además de diezmar las cosechas, esta toxina es uno de los agentes carcinógenos más potentes y, en especial en los países menos desarrollados, provoca miles de muertes, en particular de […]


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Algunos Investigadores de EE UU han modificado un gen del maíz que bloquea la aparición de toxinas en dos hongos que crecen en las mazorcas. Además de diezmar las cosechas, esta toxina es uno de los agentes carcinógenos más potentes y, en especial en los países menos desarrollados, provoca miles de muertes, en particular de niños. El estudio mostró que, mientras el maíz convencional tenía una alta concentración de la toxina, los granos transgénicos, no.

Cereales, como el maíz o el trigo, y frutos secos, como las nueces, los cacahuetes o los pistachos, tienen que lidiar con diversas especies de hongos.

Pero hay dos especialmente peligrosas, el Aspergillus flavus y el Aspergillus parasiticus. Durante su metabolismo, ambos generan aflatoxinas que envenenan el fruto. En humanos, estas micotoxinas están relacionadas con la aparición de cáncer hepático.

También pueden provocar en los niños el síndrome de Reye o kwashiorkor, una de las afecciones infantiles más dramáticas. Unas 20.000 personas, la mayoría menores, mueren cada año por ingerir comida con aflatoxinas. La FAO estima que el 25% de las cosechas están contaminadas con alguna micotoxina.

Aunque se investiga con variedades del cereal resistentes o se usa la lucha biológica, propagando cepas no tóxicas de Aspergillus, no hay un método preventivo realmente eficaz. La principal medida para evitar que la comida contaminada llegue a humanos o animales es tirarla.

Cada año se retiran de los silos unos 16 millones de toneladas de maíz, en especial en aquellos países donde más hace falta. Pero, dada la interrelación entre el hongo y su huésped, ¿por qué no probar a interferir en su metabolismo cambiando algo en el maíz?

«Insertamos una porción de ADN [casete génico] que produce una pequeña molécula de ARN que, cuando el grano está infectado por Aspergillus, puede migrar hasta el interior de la célula del hongo», explica la investigadora de la Universidad de Arizona (EE UU) y directora del estudio, Monica Schmidt.

La molécula de ácido ribonucleico interfiere en la expresión de un gen específico que está detrás de la aparición de la aflatoxina en el hongo.

Esta técnica de manipulación genética usa una variante de la llamada interferencia por ARN. En esta investigación, publicada en Science Advances y financiada por la Fundación Bill y Melinda Gates, la particularidad es doble.

Por un lado, se modifica genéticamente el maíz para que este altere la genética del hongo. Por el otro, lo hace usando una molécula que puede pasar del cereal al hongo. «El maíz genera este ARN de forma constante durante todo el desarrollo del grano», recuerda Schmidt. Eso lo protegería hasta el momento de cosecharlo.

En el estudio, los investigadores expusieron plantas manipuladas para expresar esta molécula y plantas convencionales a 100.000 esporas de A. flavus.

En los dos casos, el hongo prosperó. Pero comprobaron que las mazorcas transgénicas no tenían ni rastro de aflatoxinas, mientras que en las panojas usadas como control la concentración de la toxina fue de entre una y 10 partes por millón. Aunque se necesitarán más estudios, no detectaron ningún otro cambio en el hongo y, en especial, en el maíz.

Esta técnica tiene, además, la ventaja de que podría, en teoría, funcionar también con otros cereales o frutos afectados por aflatoxinas.

Pero palabras como transgénico unidas a comida despiertan temores y suspicacias, especialmente en Europa. «Sabemos que los organismos modificados genéticamente provocan controversia», reconoce la biotecnóloga estadounidense.

Pero, como dice Schmidt: «Este maíz modificado genéticamente podría reducir la exposición a la comida contaminada de unos 4.500 millones de personas de los países menos desarrollados «.

CC








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